El pasado 24 de octubre, el huracán Otis dejó una ráfaga de destrucción en Acapulco, México. La magnitud de la tragedia se agravó por un dato alarmante: el 94% de las viviendas y el 93% de los vehículos en la zona no estaban asegurados, según informó la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros. Solo 16,000 inmuebles y 20,000 vehículos contaban con la protección de un seguro.
Las consecuencias del paso de Otis por el famoso valneario fueron desgarradoras. Casas, edificios, hoteles y comercios quedaron devastados, y miles de vehículos se volvieron inutilizables. De los 28,000 negocios turísticos en la región, solo el 30% contaba con un respaldo de seguro. En una región donde el turismo es la principal fuente de ingresos, la situación se ha tornado aún más preocupante.
A pesar de los esfuerzos del Estado y de organizaciones sin fines de lucro para asistir a las víctimas, las pérdidas continúan acumulándose y los resultados son abrumadores. Es en este contexto de incertidumbre y pérdida donde la relevancia de los seguros frente a eventos de desastres naturales se manifiesta como un factor crucial.
La Respuesta de las Compañías de Seguros
Frente a la magnitud del desastre, las compañías de seguros activaron el “Plan de Atención a Catástrofes”, cuyo propósito es proporcionar una atención oportuna, rápida y eficaz a la población asegurada afectada por el huracán Otis. Aunque las aseguradoras no pueden revertir completamente el dolor y la pérdida, su acción inmediata y planificada ofreció respaldo y consuelo a aquellos que contaban con la protección de un seguro.
Lecciones para nuestro país
Al contemplar la situación en Acapulco, es inevitable reflexionar sobre la preparación de nuestro propio país. Las cifras revelan una realidad preocupante: únicamente 3 de cada 10 autos en circulación cuentan con un seguro. Esto evidencia una cultura de prevención insuficiente y una falta de conciencia acerca de la importancia de resguardar nuestro patrimonio.
La tragedia ocurrida en Acapulco nos deja una lección clara: La prevención y la protección financiera son fundamentales. La responsabilidad recae en nosotros como individuos y como sociedad para garantizar que nuestras propiedades estén respaldadas en caso de desastres naturales.
Conclusión
El paso del huracán Otis por Acapulco es un recordatorio de nuestra vulnerabilidad ante la fuerza de la naturaleza. La ausencia de un programa de seguros agrava las consecuencias y prolonga la recuperación. En Perú, la necesidad de un cambio cultural es necesaria. La adopción de una mentalidad preventiva y la adecuada protección pueden marcar la diferencia entre la reconstrucción y la desesperación. La tragedia de Acapulco nos insta a actuar ahora, a aprender de las lecciones que la adversidad nos presenta y a resguardar nuestro futuro, el de nuestra familia y nuestro negocio.
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